Infieles


Fuente: todorelatos.com (Editado)

Mi novio y yo habíamos acudido a un concierto de rock, nos habían regalado las entradas a través de un amigo. A pesar de no ser seguidores de este tipo de música, nos acercamos para ver que onda. El concierto se celebraba en un pequeño gimnasio de una escuela secundaria de la ciudad, pero nos quedamos muy sorprendidos cuando al llegar a las puertas había una fila enorme de gente esperando para entrar. Era evidente que el lugar iba a estar repleto de gente, si es que alcanzaban a entrar todos.

Tanto mi novio como yo no imaginamos que el ambiente estaría tan pesado. Pensábamos que la música sería más tranquila de lo que realmente terminó siendo. Casi todos chicos eran más jóvenes que nosotros, con edades que superaban por muy poco los veinte años; amantes de las motos, el rock, la cerveza y seguramente las peleas. Mientras hacíamos la cola para ingresar, comenzaron los inconvenientes. Un adolescente junto a dos amigos comenzó a piropearme, y hacer comentarios sobre mí.

-¡¡Mirá que linda rubia!!, está para partirla -comentó uno de ellos.
Yo me agarré fuerte del brazo de mi novio, que escuchó claramente lo que aquél muchacho había dicho. Sabía que se podía enojar por eso, y no me equivocaba. Yo frenándolo trataba de que no se metiera en peleas por un simple comentario, pero lejos de hacerme caso encaró a aquél chico.

-¿Qué te pasa, imbecil? -le dijo mirándolo fijo a los ojos.

Los chicos largaron la carcajada, burlándose de él. Parecía inevitable que aquello terminase en pelea, y volviendo a tomar a mi novio por el brazo lo empujé hacia dentro del gimnasio, intentando evitar problemas. Aún podían oírse las risas de los jóvenes desde el interior, afortunadamente ya habíamos entrado evitando incovenientes.

-No hagas tonterías amor, no necesitas demostrarme nada peleando con esos pendejos. Yo sé que me querés, y eso es lo que a mi me importa. Ahora quedate tranquilo, vamos a divertirnos y disfrutar del recital -le dije, algo molesta por su maldita costumbre de pelearse cada vez que alguien me dice algo.
-Bueno, esta bien. Perdoname -se disculpó él.

Estábamos atrás del todo, casi en el fondo del salón. Todos tan apretados que podía olerse la humanidad, y el calor se cortaba con un cuchillo. Yo, encima, ni siquiera iba vestida acorde a las circunstancias, ya que llevaba un vestido blanco corto en vez de haberme puesto un jean mucho más apropiado para ese tipo de eventos.

El concierto comenzó con los gritos del líder del primer grupo que saltó al escenario para goce de todos los jóvenes que allí se congregaban, y que cantaban a coro y saltaban al ritmo de la batería. Los organizadores, a pesar de que no cabía un alma, no paraban de entrar más y más gente, y cada vez estábamos más apretados. De vez en cuando podía notar como a mis espaldas alguno pasaba tocándome la cola casualmente, pero lejos de decirle algo a mi novio intenté concentrarme en el concierto y disfrutar dentro de lo posible. El calor era sofocante y apenas se podía respirar entre la gente. Para colmo noté que los chicos que acababan de colocarse detrás de nosotros se habían quitado las remeras, y cuando giré la cabeza me llevé una flor de sorpresa.

-¡¡Ohhh, hola bebé!!. Miren quien tenemos acá -dijo uno de los chicos.

Eran los tres maleducados de afuera, que casi terminaron a las trompadas con mi novio. Menos mal que él no notó la presencia de ellos, sino la pelea se hubiese armado ahí mismo. Los chicos me miraban y se reían por mi cara de susto. Uno de ellos me ofreció un trago de su botella de cerveza, que con una forzada sonrisa rechacé. Mi novio estaba a mi lado y no me soltaba la mano, pero era ajeno a lo que pasaba detrás de nosotros. La música volvió a sonar, y cuando comenzaba a adaptarme al ruido sentí que alguien se me acercaba al oído:

-¡Qué flor de culo que tenés mamita! -yo me hice la desentendida, no quería problemas. Pero él insistió.
-Digo que estás muy buena.

Volví a hacerme la sorda y dejar pasar aquellos comentarios como si no fueran hacia mí. Pero como aquél chico no tenía bastante con solo decírmelo, sino que también me agarró una nalga por encima del vestido y la apretó fuerte con la mano entera. Yo di un saltó y mi novio lo notó:
-¿Que te pasa?
-Nada, nada -respondí.

Porqué carajo nos habíamos metido en aquél lugar me preguntaba, y porque no nos habíamos marchado al llegar. La mano del chico volvió al ataque, como pude me puse de costado y le dije con cara seria que parara, sino quería tener problemas con mi novio. Aquello pareció causarle gracia, y al comentárselo a sus amigos rieron a carcajadas. Volvió a comentarme al oído:

-Te voy a coger mi amor, te la voy a meter hasta el fondo.

Mientras mi novio cogoteaba tratando de ver al escenario, yo me di la vuelta tratando de que él no se diera cuenta y mirándolo lo más seria que pude le dije:
-¡¡Pará!!, en serio. ¡¡Pará!!

Para todo esto mi novio seguía de mi mano, y mirando el recital tranquilamente.

-Decíselo a tu novio si querés, así aprenderá como se coge una rubia como vos- insistió el pendejo.

Volví la mirada hacia adelante, más asustada que otra cosa. Imaginaba que cuando mi novio se diera cuenta de todo, aquello podía terminar en algo muy desagradable para nosotros, pues los chicos eran tres y dispuestos a pelear si la ocasión se les presentaba.

-¿Nena, el culito lo tenés virgen? -otra vez hice oídos sordos.
-Me gustaría metértela por el culito, y que veas como entra una verga de verdad.

Sus palabras eran cada vez más fuertes, y estaban empezando a tener cierto efecto. Yo trataba de distraerme con el concierto y olvidarme de todo, pero el pendejo continuaba una y otra vez. No conforme con lo hecho, me tomó de las nalgas con ambas manos, apretujándolas y manoseándolas a su gusto. Con una desfachatez seguramente potenciada por algo de alcohol. Yo ya no entendía muy bien que pasaba dentro de mí, pero lejos de rechazar a aquel extraño sentía cierta sensación de gusto por sus palabras... por su atrevimiento... por sus caricias.

-Muñeca, debes tener la concha bien mojada ¿ó me equivoco?
Mi novio me miraba de vez en cuando y me sonreía, ajeno totalmente a la situación. Si tú supieras, pensaba yo. El pendejo seguía en lo suyo, y pronto se apretujó contra mi cuerpo. Podía notar su bulto a través de mi vestido, sus manos fueron subiendo de mi culo, pasaron por mi cintura y subiendo comenzó a delinear mi espaldas y tocar por los costados mis pechos. Empujó metiendo las manos de a poco, tratando de no hacerlo tan evidente, hasta llegar a tomar mis pechos, uno en cada mano. Yo estaba dura, quieta, inmóvil y sin reacción. Mientras aquél desconocido manoseaba mis pechos, jugaba con los pezones por sobre la tela y los pellizcaba de vez en cuando. Su manoseo estaba brindándome un enorme placer, aunque intentaba negármelo.
Intentaba sin mucho convencimiento separarme de aquél extraño, pero se estaba complicando sin que mi novio notara nada.

-¡Pará ya, imbecil! -le grité, sacándole las manos de mí bruscamente. Para todo esto mi novio se percató que algo pasaba, y mirándome preguntó:

-¿Que te pasa?
-No, nada, nada. Es que me han empujado -contesté, quitándole importancia. Él se dió la vuelta, y al verlos los reconoció inmediatamente.

-¡¡Ustedes!! -gritó eufórico. Y tomando al pibe del cuello lo enfocó para darle una piña. El adolescente enseguida gritó "Oso", yo sin saber muy bien que significaba entendí al ver uno de sus amigos tomando a mi novio también del cuello, un gordo que parecía tener cerca de treinta años.

-Soltalo, sino queres tener problemas -dijo.

Yo tomando a mi novio del brazo le supliqué que por favor lo dejara, que evitáramos problemas.
-Dejalo cariño, por favor. Solo ha sido un empujón. Sigamos viendo el concierto, no les hagas caso, por favor.
Me sentí muy relajada cuando los ánimos se calmaron, mi novio volvió a darse la vuelta para volver a mirar el recital y volvió a tomarme de la mano.

A pesar del mal momento sufrido, el pendejo volvió al ataque susurrándome cosas al oído.

-Lo que le pasa a tu novio es que no se le para, por eso te tiene desatendida. Lo que vos necesitas es una buena verga. Tendrías que ver que buena pija tengo.
Yo tragaba saliva y esta vez no hice caso, tratando de que la cosa no terminara en pelea. Ya no sabía que hacer, si le comentaba a mi novio se armaba flor de quilombo, si me callaba estaba resignándome a lo que me hiciera aquél desconocido. Era mejor no hacer caso, así se calmaba un poco. Pero la cosa siguió, otra vez mis pechos fueron agarrados por sus manos mientras seguía susurrándome al oído.

-Verás que cogida te voy a pegar. Vas a ver las estrellas, bomboncito.

No me quedó otra que pedirle a mi novio que nos fuéramos del lugar.
-Ahora no mi amor, está por tocar el grupo que me gusta -contestó- Cuando terminen nos vamos, ¿Querés?.
Estaba metida en un buen lío, del que seguro no saldría ilesa. Hice oídos sordos nuevamente, tratando de no hacer caso a lo que me dijera aquél adolescente. Pero él insistía una y otra vez.

-Me gustas mucho bebe, tengo la verga como una piedra. Vas a ver que cogida te voy a pegar.

Entre sus frases y su manoseo insistente a mis pechos apretujaba los pezones y los retorcía sobre la tela del vestido y mi corpiño, sin saber que aquello me producía un gran placer. Ya no podía evitar sentir calentura, y eso me estaba trastornando bastante, disfrutar de un manoseo indiscreto de un desconocido.

-Vaya tetas que tenés, nena. Casi no me entran en las manos. Así me gustan, grandes como las tuyas... mmm, vaya que lindos pezones.

Cerré los ojos, pues lo estaba disfrutando realmente. Los latidos de mi corazón se aceleraban y mi bombacha comenzaba a humedeserce, no podía evitarlo. Por un lado deseaba que todo aquello terminara, pero por otro lado deseaba que no tuviera fin. Tan lleno de gente estaba aquel lugar que nadie se percataba del manoseo al que estaba siendo sometida. Mi novio con el cogote en alto trataba de ver el escenario, mientras yo sólo escuchaba la música. De vez en cuando le apretaba la mano, ya que no podía tenerme casi en pié debido a las caricias que me estaba proporcionando aquél extraño. Las manos de aquél pibe volvieron a mi culo y siguieron con su labor de sobar y sobar, sin importarle realmente nada. Pero más allá llegó su atrevimiento cuando una de sus manos se introdujo por debajo de mi vestido, y comenzó a acariciar la parte interna de mis muslos. Cuando sentí sus manos pidiendo permiso entre mis piernas, se me escapó un suspiro.

-Mmm, que buenos muslos tenés, suaves. Vas a ver que bien lo vamos a pasar -volvió a susurrarme el pendejo. De pronto lo noté metiendo un dedo entre mi bombacha, pensaba que se disponía a masturbarme pero mucha fue la sorpresa al notar que lo que trataba era de bajármela, tirando hacia abajo. Yo intentaba moverme para separarme de él, pero lo hacía con movimientos no muy descarados para que mi novio no se percatara de nada, y terminara peleando.

-Déjame quedarme con tu bombacha bebe, al menos tendré un recuerdo tuyo -me decía, mientras seguía intentando bajármelas. Yo me resistía y me la sostenía como podía, por encima del vestido, con la única mano que tenía libre.

-¡Pará ya!, por favor -suplicaba, poniéndole cara de pobrecita. El chico seguía en su intento cada vez con más fuerza, mientras sus amigos parecían divertirse con la situación. Yo estaba bastante asustada, aunque al mismo tiempo esa situación me provocaba cierto placer, me odiaba a mi misma por eso, pero era inevitable. En su insistencia tiró bruscamente, llegando a rasgar la tela. Eso pareció gustarle, así que en vista de que bajarla le resultaría difícil, comenzó a intentar arrancarla. Tiraba una y otra vez hacia él, y mi bombacha iba rajándose cada vez más, las costuras iban cediendo y ya se metían entres mis labios mayores, rozándome el clítoris. Con los tirones llegó a hacerme un poco de daño, quedando prácticamente una tira abrazada a mi cintura y pasando entres mis piernas. Un último tirón bastó para arrancarla por completo. Con mis movimientos mi novio volvió a percatarse de algo, pero no entendía muy bien que pasaba.

-¿Que te pasa? -volvió a preguntarme.
-Nada, nada. Solo me tropecé.

El pendejo había conseguido su objetivo, y después de olerla descaradamente se la pasó a sus amigos. Yo sentía como un aire fresquito se colaba entre mis piernas, por debajo del vestido. Su mano volvió a meterse entre mis piernas, metiéndome un dedo entre los labios mayores y recorriéndola.

-Mmm, que linda concha que tenés -yo cerraba los ojos. Aquella sensación me tenía confundida, parecía todo un sueño, pero era real, demasiado real como para poder evitarlo.

-Mi amor, por favor, vámonos -le supliqué a mi novio.
-Espera un poco, media hora más y nos vamos.
-Es que tengo mucho calor, y además quiero volver -a pesar de mi insistencia, no me hacía caso. Estaba destinada a caer en las manos de un desconocido sin desearlo, ¿o ya comenzaba a desearlo?.

-¿Tenés calor preciosa? -me preguntaba el pendejo- Yo voy a apagar ese fuego, vas a ver.

El adolescente volvió a insistir, metiendo su mano entre mis piernas subió lentamente hasta llegar a mi concha. Noté como uno de sus dedos volvió a meterse delicadamente en mi interior. Se detuvo alrededor de la primer falinje, y la recorrió desde el clítoris hasta cerca del ano. Mientras tanto se acercó a mi oído y me dio un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja izquierda, tapándose con mi cabeza de las vista de mi novio que seguía atentó al escenario.

-Vaya, veo que estás caliente, bien caliente y mojada. Vas a ver que bien entra mi dedo -y diciendo esto metió su dedo por completo, sintiendo seguramente toda mi humedad.

-Esta perra esta que se funde -le decía a sus amigos, mientras su dedo siguió abrazado en mi interior, con los otros jugaba con los vellos de mi pubis. Fue inevitable que yo soltara algunos gemidos, que se perdieron con la música. El vestido ya se me pegaba por el sudor, el calor del lugar y la situación me estaba haciendo transpirar. De vez en cuando miraba de reojo a mi novio, pero él seguía entretenido, mientras un desconocido me estaba metiendo mano de lo lindo. El habilidoso dedo de aquél joven se introducía una y otra vez en mi concha, proporcionándome un placer exquisito.

-¡Vaya!, que concha tan estrecha. Ummm, que rica debe estar -me repetía una y otra vez al oído.

De repente dejó de tocarme, por un momento creía que todo había terminado, pero no era así. Lo vi hablando con sus amigos, seguramente preparando alguna maldad. Me asusté mucho cuando sus amigos se me arrimaron, pensé que el manoseo se volvería colectivo pero me equivocaba. De pronto lo sentí meterse por debajo del vestido, desde atrás. Mi novio no lo veía, mientras él se ocultaba entre sus amigos y mi vestido. Notaba su cabeza haciendo bulto en la parte de la cola, y su aliento me chocaba tibio entre las piernas. Al principio las cerré, pensando que todo aquello había ido demasiado lejos y debía ponerle punto final. Pero su lengua rozó mis glúteos y creí morirme, sus manos separaron mis nalgas y su lengua paso caliente y húmeda por mi ano. Eso fue suficiente para hacerme abrir un poco las piernas, su lengua volvió a pasar por afuera de mis labios mayores, que luego se dedico a separar para ahora chupar mi interior. Ya para ese entonces, yo estaba totalmente entregada.

En un abrir y cerrar de ojos aquél chico estaba bajo mis piernas chupándome toda, iba de la concha hasta el culo, pasando su lengua por la entrada de mi ano. Un pequeño grito se escapó de mi garganta, afortunadamente nadie escuchó, el griterío y la música taparon todo. Mi novio seguía mirando delante, sin percatarse de lo que estaba ocurriendo. De pronto, aquella maravillosa lengua volvía a chupar mi intimidad, instintivamente yo abría más mis piernas y la desconocida lengua continuaba, ahora había llegado dificultosamente a mi clítoris y sólo tardó unos segundos hasta hacerme llegar por primera vez al orgasmo, intenso y maravilloso. Tuve que apoyarme en una chica que había delante mío para no caer, la joven me miró a la cara y sonrió, desconociendo también todo lo que estaba ocurriendo. El chico salió de debajo de mi falda y volvió a chuparme en la oreja izquierda, ocultándose de la vista de mi novio y al tiempo que me decía:

-Mmm, que concha tan sabrosa tenés. ¿Qué tal lo pasaste?, ¿La pasaste bien?, ¿Eh?. Ahora verás que tengo la pija dura, no como la de tu novio.
Levantó la parte de atrás de mi vestido y noté como algo gordo, tibio y húmedo se metía entre mis muslos, sin duda era su pene. Bajé mi mano libre y se la agarré de la punta con la mano entera, humedeciéndome de su calentura toda la palma. En un giro rápido de cabeza la contemplé sorprendida y excitada, era bastante grande y gorda. Aquél pendejo tenía un pene exquisito, a pesar de su cuerpo menudo debía poseer cerca de veinte centímetros de verga, era bastante gorda y su glande quedaba expuesto casi por la mitad. Comencé a jugar con esa maravilla, desesperada me la puse entre las piernas y la refregaba sobre los labios mayores, estaba que reventaba de la calentura. Nuestros fluidos se mezclaban en los actos, él no dejaba de chuparme y morderme el cuello. ¿Qué me estaba pasando?, no podía parar, estaba desesperada y excitada, deseando que aquella verga se me metiera dentro. Comencé a masturbarlo con mi mano derecha, tratando de ocultarle a mi novio los movimientos que estaba haciendo. Durante el trabajo me la restregaba en la nalga derecha, izquierda, por entre medio y por mi concha. Notaba como su capullo humedecía mis dedos, él hacía movimientos hacia atrás y hacia delante para favorecer la maniobra. Yo no aguantaba más, y parecía que él tampoco.

-Quiero metértela, quiero cogerte, vas a ver como entra mi verga caliente en ese jugoso agujerito. La posición casi no lo permitía, ya que los dos estábamos de pié y yo tampoco podía inclinarme mucho hacia adelante, pues no había espacio y podía resultar sospechoso para mi novio, en cambio necesitaba que me cogiera, lo necesitaba realmente. Seguimos jugando, yo con mi mano abrazaba su verga y humedecía mi mano en su glande para luego recorrerla y lubricar su tronco, él me mordía en el cuello y apretaba su pelvis contra mi culo, el contacto de su piel contra la mía era impresionante. Nuestras respiraciones iban en aumento y nuestro gusto también. Acercándose a mi oído, suplicaba:

-Te la tengo que meter, te tengo que coger ya, aunque sea lo último que haga en mi vida -eso me calentaba aún más y necesitaba inventar alguna excusa creíble para poder retirarme.

-Mi amor, tengo que ir al baño, no aguanto más -le dije a mi novio, en un acto desesperado por librarme de él por un rato.
-¿Ahora?, pero si no vas a poder llegar, esto está repleto -me contestó.
-Es que no aguanto más.
-Bueno, dale. Te acompaño.
-No, no, voy sola. Seguí viendo el recital tranquilo, yo voy corriendo y en un rato vuelvo.
-¿Sola?
- Si, si, no te preocupes. Gracias.

Así fue como pude liberarme por un momento de él, estaba fuera de mis cabales, me estaba comportando como una perra en celo. Ya no me importaba nada ni nadie, quería sentir aquella verga dentro de mí, así que me di la vuelta y tomando a aquél desconocido de la mano casi lo arrastré hasta los baños. El pendejo me había puesto tan caliente, no daba más. Salimos corriendo entre la gente hacia los baños, sus amigos nos acompañaron. Cuando al fin llegamos, pudimos ver que los de las chicas estaban completos y había fila, así que entramos en el baño de hombres.

-Oso, encargate -dijo el adolescente, a lo que su fornido amigo sacó a dos que estaban orinando con la excusa que los baños estaban momentáneamente fuera de servicio. Eran dos adolescentes de la escuela secundaria que organizaba el evento.
-Gracias oso, y que no entre nadie -le volvió a decir.

Entramos en aquel maloliente lugar y casi desesperadamente comenzó a meterme mano por todos lados, mientras nuestras lenguas comenzaban a conocerse. Nos besamos como dos condenados, jugando con nuestras bocas y nuestras lenguas. Su mano se metía bajo mi vestido y jugaba con los pelos de mi vientre, para luego meterme un dedo y masturbarme torpermente. La calentura de los dos era demasiada para tener cierta delicadeza en nuestros movimientos.

-Cogeme, cogeme -le supliqué.

Abrimos la puerta de uno de los urinarios y a pesar de estar mugriento no me importó lo más mínimo. Estaba deseando tanto ser cogida por aquél extraño que no me importaba nada. De espaldas al inodoro, el adolescente se bajó los pantalones hasta los tobillos, quedando desnudo frente a mí. Su verga completamente en erección me apuntaba, mientras él no dejaba de mirarme con una cara de vicioso total. Yo comencé a desabotonarme el vestido, era tanta la calentura que las maniobras eran torpes y más de un botón saltó en el intento por desengancharlo. Trataba de tranquilizarme para evitar salir medio desnuda de allí. Lo colgué sobre la puerta, tratando de que no tocara el piso, pues estaba algo mojado y de líquidos altamente sospechosos.

-Que buena estás bebe -me decía.

Con las botas y el corpiño puesto me arrodille frente a él, mis ojos seguían clavados observando el leve bamboleo de su verga. Una vez que la tuve delante de mi rostro, la abrace con la mano derecha cerca de la base y acercándomela a la boca lo miré a los ojos, intentando hacerlo sufrir un poco, aunque la que más estaba sufriendo por no comérmela era yo. Sacudiéndola comencé a jugar con ella, notaba como algunas minúsculas gotas de su húmedo glande me salpicaban el rostro. Él me miraba poseído, mientras yo le sonreía con cara de malvada.

-Como me pones pedazo de puta -sus palabras podían sonar de lo más hirientes en otros momentos, en otros ámbitos; pero a mí me excitaban aún más y ciertamente me sentía como una puta.

Seguí jugando una y otra vez con su pija, él me suplicaba que me la metiera en la boca. No lo hice sufrir mucho más, y abriendo la boca introduje poco más de la mitad, para luego cerrarla y abrazarla por debajo con la lengua. Con los ojos cerrados iba y venía con su verga dentro, succionándola con fuerza. Sólo poco más de la mitad de aquel enorme instrumento desaparecía dentro de mi boca, llegaba hasta mi garganta, salía casi por completo para luego volver a entrar. De vez en cuando me la sacaba de la boca para observarla, veía mi saliva hacer brillar toda la extensión que lograba mamar.

-Seguí puta, seguí. Que veo que te gusta comerla... que bien la chupas.
Seguí un buen rato mamando, con los ojos cerrados y poseída por aquél instrumento. Cuando noté señales de que estaba por llegar al orgasmo me detuve, no podía dejar que acabara. Él se sentó con las piernas abiertas sobre la taza del inodoro, yo me di vuelta y dándole la espalda comencé a bajar, agarrándome de las paredes del habitáculo. Agarré la punta de su verga para orientarlo a mi entrada, la pasé por mis labios vaginales antes de sentarme sobre ella. Cada centímetro entró lentamente en mi interior. El placer era increíble.

Sentada sobre él comencé a cabalgar rellena de su poderoso miembro, él me tomaba de la cintura y seguía mis movimientos. Yo rebotaba una y otra vez sobre su vientre, viendo su pene desaparecer dentro de mí. Parecía increíble que entrara con tanta facilidad, pero yo estaba tan caliente y tan mojada que solo me provocaba un inmenso placer. Durante las embestidas, él sacaba una mano de mi cintura para agarrarme una teta, la apretujaba y me pellizcaba con fuerza un pezón. Nuestros cuerpos transpiraban, nuestras gemidos se perdían con la música mientras disfrutábamos del sexo como si fuera el último de nuestras vidas.

-Toma, toma, toma... -repetía una y otra vez mientras me cogía. Los músculos de mi vagina estrujaban su pene y mis manos se aferraban a las paredes para no resbalar. Sus amigos habían quedado vigilando en la entrada al baño, sólo se alcanzaba a oír de vez en cuando "el baño está clausurado, han roto una cañería". Sus dos amigos espantaban a los jóvenes que querían ingresar, mientras adentro nosotros seguíamos cogiendo escandalosamente.

-Si, si, cogeme, cogeme... -gritaba yo- Uff, ufff... Uughmmmm...

De pronto la puerta de entrada al baño se abrió, y alguien corriendo se acercaba al urinario. Era su amigo, que se frenó sorprendido al verme allí: con el corpiño abrazándome la cintura, las botas puestas y ayudándome con las manos para no resbalar y poder cabalgar con más facilidad. Yo no podía despegarme de mi amante, todavía seguía sobre él ante su presencia. Estaba poseída, fuera de mí y recibiendo una y otra vez su verga en mi interior.

-Tenemos que irnos, los chicos del colegio llamaron al director... -se interrumpió sorprendido de verme tan entusiasmada.
-Como coge que está pendeja -dijo, sorprendido.

Metiéndose la mano en la bragueta comenzó a manoseársela sin sacarla, yo trataba de no mirarlo. Me daba vergüenza verme tan puta, tan desesperada por ser cogida que ni su presencia me habían hecho parar. Mirando al piso, pero curiosa de sus actos notaba como ya la había sacado fuera de su pantalón, por su bragueta. Abrazándola con la mano derecha se la recorría desde la base hasta la punta, aunque mis ojos no se posaron en ella podía adivinarlo con sus movimientos.
Sin vergüenza alguna se acercó, sentí su pene colarse entre mi flequillo y quedar a escasos milímetros de mi frente, estaba invitándome a chupársela. Giré mi cabeza en señal de rechazo, pero mi amante me incitó a que accediera.

-Vamos puta, chupasela. Demostrale como me lo demostraste a mí lo buena mamadora que sos -tirándome del pelo hacia atrás me hizo enderezar la cabeza, su amigo aprovechó la maniobra para ponérmela en la cara y refregármela sobre los labios. Yo no accedía, pero tampoco me negaba rotundamente. Su pene debía medir cerca de quince centímetros, aunque era gorda no igualaba en lo más mínimo la que tenía en el interior. Los fluidos en la punta del glande me humedecieron los labios, como si se tratara de un gran lápiz labial. Le di unos besos en la punta, esperando calmarle las ansias.

-¡Dalee, chupamela! -insistió él.

Cerré los ojos, y abriendo la boca me la metí centímetro a centímetro. Se la comencé a chupar lentamente mientras seguía siendo cogida por mi primer amante. Quién talvez por el hecho de verme disfrutar de dos miembros a la vez se excitó más de la cuenta, pues sentí que estaba llegando al orgasmo. Mi placer iba en aumento cada vez, pero me sentía lejos del clímax. Yo lo necesitaba dentro de mí un rato más, pero en una última embestida eyaculó abundantemente.

-Dios, que bien coges... -giré mi cabeza y seguí cabalgando, mientras él permanecía inmóvil y sintiendo los últimos espasmos. Yo no quería que acabase tan pronto, necesitaba más para alcanzar mi orgasmo. Me abracé a su cuello, él me beso el lóbulo de la oreja y el hombro, para luego agarrarme de las axilas y haciéndome a un lado levantarse. Se fue del habitáculo tratando de levantarse el pantalón, su gran miembro iba perdiendo la erección y brillaba mucho, bañado con mis fluidos y les restos de su semen.

-Que bien coge esta pendeja -dijo al irse -te toca... -el otro pibe me agarró bruscamente, me dio la vuelta con rudeza y con una mano en la espalda me hizo agacharme boca abajo y levantar la cola. Sin preámbulos me la metió, y comenzó a bombearme con fuerza.

-¡Tomá puta, tomá! -me decía.
-Aaahhhh, aahhhhh, ahhhh. Sí, cogeme... ummm, cogeme... -susurraba yo. Nunca había tenido sexo con alguien que no conocía, y menos me había entregado a dos chicos en el mismo acto. Pero esa tarde habían despertado la puta que había en mí, las provocaciones en el recital me habían hecho excitar demasiado, y estaba viviendo las consecuencias.

Lo sentí escupirme la cola, y con el dedo gordo comenzó a desparramar la saliva por el ano. Bombeaba rápidamente, con su dedo gordo metido en mi culo. Yo estaba cerca del orgasmo, pero él se separo por un momento y colocó su glande entre mis nalgas, apoyando la punta en la entrada de mi ano y haciendo fuerza para metérmela. Sentí un ardor insoportable, me traté de incorporar mientras él seguía insistiendo en metérmela por el culo pero él me frenó con la mano apoyada en la espalda.

-¡¡Pará boludo, paraaa¡¡ Me arde, paraaa.. -el ardor era punzante, y mi esfínter se resistía.

Poca era su paciencia, o mucha su calentura, así que sacándola de mi dolorido ano me la volvió a meter en la concha bruscamente, para seguir bombeando. A pesar de haberlo intentado, no pudo meterme más de un centímetro de su glande. Yo sentía un fuerte ardor, me tocaba asustada pensando que me había lastimado.

El pendejo siguió bombeando rápido un buen rato, arrimándome al clímax nuevamente a pesar del mal momento. Sentí que se venía su orgasmo, justo después que llegó el mió. Yo me aferré fuertemente al inodoro y las piernas se me aflojaron, el orgasmo fue brutal y me dejo media tirada agarrándome de las paredes del habitáculo. Me la sacó y sacudiéndosela eyaculó, el semen saltó de su glande y cayó sobre mi sudorosa espalda, por encima de la cola.

-Uggghhhh, ummm, ummm... Dios, dios... -se quejaba él- Que buena puta, como coges.

En eso estábamos cuando lo llamaron de afuera, pues parecía que tenían algunos problemas.

-Dale boludo, salí rápido que apareció el director -gritaron sus amigos desde afuera. Se guardó la pija, se subió el pantalón y salió corriendo de aquel baño. Yo quedé tirada allí, en medio de aquel maloliente lugar. Mi cabeza daba vueltas, me sentía muy mal, transpirada, sucia por dentro y por fuera. Descolgué el vestido de la puerta del urinario, y me lo puse algo apurada por lo que habían dicho desde afuera. Temía que alguien entrara y me descubriera allí, en el baño de hombres y recién usada. Comprendí que había caído en la trampa de unos adolescentes, seguramente todo había estado planeado y talvez no era la primera chica que caía en la trampa. Mientras salía disimuladamente del baño pensaba en mi novio, imaginé que me andaría buscando, pero no podía presentarme así. Mis pelos estaban revueltos, oliendo a sexo, mi aliento perfumado de los miembros de aquellos desconocidos y con un poco de semen que no había llegado a limpiar por encima de mi cola. Aprovechando la cercanía al portón del salida me fui, al caminar sentía un fuerte ardor en el ano, me sentía perdida y desorientada, como si tuviera una leve borrachera. Llegué a casa y fui directamente al baño, me saque las botas, las medias, el vestido y el corpiño. Regulé el agua y me metí bajo la ducha, para darme un buen baño.


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